Mac y yo estuvimos un rato en silencio, tan solo hablando
con la botella de alcohol.
Cuando ya se notaba el efecto de los grados en nuestro
cuerpo, Mac dijo una frase que no sabía exactamente que significaba...
+Si me quiere vendrá a por mi, y los dos pensaron lo mismo.
-¿Qué coño significa eso?
+Nada. Pero me gustaría saber una cosa. ¿Por qué no le dices
a Jay lo que sientes? Que más da que él te dijera eso el otro día, pudo tener
un mal momento, además ahora estáis bien.
-No. Y no lo estamos, ni siquiera sé cómo estamos.
Simplemente creo que nos llevaremos bien por los demás fin del problema. Además
si nuestra amistad ya se tambalea como le voy a decir que siento algo por él,
eso podría acabar definitivamente con nuestra relación, incluso con la de los
demás y no voy a correr ese riesgo.
+Tú eres tonta niña. Si quieres seguir siendo la cobarde
de siempre y seguir huyendo de tus problemas como has estado haciendo hasta hoy,
hazlo, pero creo que es lo peor que se puede hacer en la vida. Mira solo se
vive una vez, y sin llantos y lloros, risas y carcajadas, o amores y desamores
es como si te murieras sin haber vivido siquiera. ¿Qué puede que vuestra
amistad se rompa? Si, pero eso significaría que ahí, ni había amistad ni había
nada. Pero ¿Y si resulta de que por no haberle echado huevos te pierdes una
gran aventura en tu vida? Mira cariño, si prefieres eso te diré que yo pensaba
que eras mucho más valiente e inteligente.
¿Mi respuesta? Terminarme la botella de un trago, me levanté
y me fui a mi habitación. Sabía que tenía razón, que tenía que dejar de huir
como había hecho siempre, pero ser valiente es muy complicado, y yo en aquel
momento no tenía fuerzas para nada, y menos para aquello.
Me tiré en la cama apestando a alcohol, y con toda la
habitación girando a mi alrededor.
Mañana será otro día.
Al día siguiente me desperté acordándome absolutamente de
toda la conversación que habíamos tenido Mac y yo la noche anterior, aunque aquello
no me solía pasar cuando bebía.
Sabía que debía echarle valor, pero para eso, la mente debe
estar tranquila y serena por lo que me tomé unos días para mí. Otra vez había
dejado de hacerlo, y no debía.
La semana pasó tranquila, bueno mejor dicho, yo hice que
pasara tranquila. Iba de la universidad a trabajar y de trabajar a casa. Ni
siquiera llevaba el móvil. No lo quería. Tan sólo necesitaba música.
Sin embargo Mac si que tuvo una semana ajetreada, aunque
clandestina. Mientras leía algún libro de madrugada escuchaba cómo se abría la
puerta de casa, y unos soniditos muy sospechosos unos minutos después, pero lo
mejor fue que una de esas noches, que se daban absolutamente todos los días y
que no me dejaban dormir tranquila, necesitaba ir al baño, fui sin encender
ninguna luz para que no se dieran cuenta de que estaba despierta y no molestar,
pero justo cuando fui a abrir la puerta, alguien salió del baño, y no era Mac.
Como estaba oscuro no me vio y se chocó conmigo pisándome el pie.
+¡Joder qué daño! - grité sin querer.
-¿Elena?
+¿Quién eres?
No contestó, entonces yo encendí la luz del pasillo por que
aquella voz me sonaba muy, pero que muy familiar...
+ ¡Nath! ¡¿Pero qué?! Mira, estoy zombi mañana tendremos tu
y yo la conversación correspondiente, no te vayas a ir.
Era mentira, para nada estaba dormida, pero ante todo, me
preocupaba por la vida sexual de mis amigos. Cosa que, pensándolo bien, recordé
que la mía llevaba descuidada bastante tiempo y aquello no lo podía permitir.
Mientras estaba en el baño, me di cuenta de que lo que verdaderamente
necesitaba para poder tener el valor suficiente era un día de chicas, que digo,
un día de Elena. Uno de esos días en los que sientes que todos te desean y
piensas que puedes hacer lo que quieras, cuando quieras, y como quieras. Y yo,
iba a tener lo que quería, a cualquier precio.
Terminé de dormir. Fui para la cocina. Allí estaban ella y
él. Esperándome para darme explicaciones. Explicaciones que yo no
solamente no quería sino que no necesitaba. Aquello si que lo comprendía y se
me daba bien.
+Tranquilos, tranquilos, sé que habéis estado teniendo sexo
toda esta semana, no soy sorda, pero no os preocupéis por mí. Es algo natural,
los que se gustan lo tienen a menudo. Otra cosa diferente es mi caso, pero no
será por mucho tiempo.- Y fui a vestirme.
Ambos se quedaron boquiabiertos. Se notaba un cambio de
mentalidad en mí de una noche para otra, y no era para menos, por que aquel
cambio no era real. Sí, puede que aquella noche no fuera a decirle a Jay lo que
sentía por él, pero aquella noche, aquel viernes por la noche sí que iba a
decirle a Londres quién era yo.
Aquella mañana avisé a las chicas para ver si querían salir
conmigo, también llame a Kelsey y a Nareesha. Todas dijeron que sí. Todas menos
Mac. Dijo que tenía un asunto entre manos que debía resolver con bastante
urgencia. No entendí ni una palabra de lo que me dijo pero bueno, ella se lo
perdía. Si aquel asunto era el tema de Nathan lo que tenía entre manos, yo
buscaba más o menos lo mismo.
Esa noche no quería sentimientos, quería simplemente sentir.
Pero no con el corazón. Éste sólo tenía la obligación aquella noche de acelerar
mi pulso a causa de la adrenalina. Nada más.
La noche se acercaba. Solamente utilicé mi móvil para quedar
con las chicas.Esta noche él no se venía conmigo, yo iba a
ser completamente libre. Y me la iba a pillar bien grande.
Me duché y después vino lo mejor. Sabía perfectamente que
ponerme para la noche de Elena. Me puse algo que no sabía exactamente si era un
vestido o no de lo corto que era. Era negro, de palabra de honor, con unos
lazos cruzados, como en un corsé. Le sumé unas de mis botas de cuero más altas,
unas ligas al vestido y mi chaqueta de cuero favorita. Me alisé el pelo. Lo
tenía cada día más largo. Eso me gustaba. Y me pinté con los ojos muy, muy, muy
oscuros. Aquella noche iba a ser solamente para mí. Me miré al espejo y me
gustaba lo que veía.
Salí de casa. Decidida. A cada paso que daba hasta llegar al
bar donde había quedado con las chicas lo estaba aún más.
Cuando llegué, estaban todas esperándome en la puerta.
+Elena… estás… me dejas sin palabras…- dijo Laura, que no
estaba acostumbrada a verme así.
-Chicas, poneos los cinturones. Esta noche va a ser muy
ajetreada.- les dije entrando al local.
Nada más llegar a la barra pedí unos chupitos de tequila
para cada una. Y nos sentamos en una de las mesas para charlar un rato antes de
ir a bailar.
+ ¿A qué viene esta actitud Elena?- dijo Sophie.
-¿Y por qué no? Solo quiero sentir el mundo a mis pies por
una noche. No hay nada de malo en ello.
+La verdad es que no.- dijo Kelsey.
-Bueno lo malo es que tú y Nareesha tendréis que ser
buenas.- les dije riendo.
+No importa, ya serás tú mala por nosotras…-dijo Nareesha.
Seguimos charlando un rato más mientras seguíamos con
nuestros chupitos. Después salimos a bailar.
El alcohol volvía a recorrer mi cuerpo, haciéndose su dueño
y ni siquiera habían pasado 24 horas desde la última vez que lo hizo. Bailé con
todos y con todas. Las chicas también se lo estaban pasando bien, aunque cada
una en su línea.
Conocí a un chico muy guapo que no recuerdo como se llamaba,
solo recuerdo que besaba muy bien. Y me
estaba haciendo sentir lo que yo buscaba de aquella noche, lujuria, pasión,
escalofríos, sexo.
Puede que la razón de que estuviera tan sentimental
últimamente era que hacía tiempo que no lo tenía. Vale, me estaba mintiendo a
mí misma, pero aquella noche quería hacerlo. No quería pensar en nadie, tan
solo en mí.
Seguía bailando con aquel chico sin nombre. Pero mientras él
estaba detrás de mi, acariciándome, besándome el cuello, erizando mi piel, vi
como Jay, sí Jay, se acercaba a mi. Empezaba a besarme, y a hacer lo mismo que
el otro chico pero en el lado contrario. La adrenalina por mi cuerpo estaba en
límites insospechados. Sentía cómo mi corazón latía a mil por hora, qué digo,
ya ni me sentía el corazón. Solo placer. Placer de aquellas caricias, de
aquellos mordiscos, de ambos, de uno en especial. Ya no veía a nadie más en la
sala, solo a nosotros tres. Me giré para decirle al chico sin nombre que nos
fuéramos de allí para ir a un lugar donde estuviésemos más cómodos. Afirmó con
un beso. Pero cuando me giré y fui a decírselo a Jay, no estaba. Lo busqué por
todos lados, pero no aparecía por ningún sitio. Incluso le pregunté al chico
sin nombre si lo había visto y me dijo que no había nadie más con nosotros.
Me estaba volviendo loca. No lo iba a permitir, así que le
eché la culpa al alcohol y seguí con lo mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario