PHOENIX

miércoles, 17 de octubre de 2012

CAPITULO 28


Mac y yo estuvimos un rato en silencio, tan solo hablando con la botella de alcohol. 

Cuando ya se notaba el efecto de los grados en nuestro cuerpo, Mac dijo una frase que no sabía exactamente que significaba...

+Si me quiere vendrá a por mi, y los dos pensaron lo mismo.

-¿Qué coño significa eso?

+Nada. Pero me gustaría saber una cosa. ¿Por qué no le dices a Jay lo que sientes? Que más da que él te dijera eso el otro día, pudo tener un mal momento, además ahora estáis bien.

-No. Y no lo estamos, ni siquiera sé cómo estamos. Simplemente creo que nos llevaremos bien por los demás fin del problema. Además si nuestra amistad ya se tambalea como le voy a decir que siento algo por él, eso podría acabar definitivamente con nuestra relación, incluso con la de los demás y no voy a correr ese riesgo.

+Tú eres tonta niña. Si quieres seguir siendo la cobarde de siempre y seguir huyendo de tus problemas como has estado haciendo hasta hoy, hazlo, pero creo que es lo peor que se puede hacer en la vida. Mira solo se vive una vez, y sin llantos y lloros, risas y carcajadas, o amores y desamores es como si te murieras sin haber vivido siquiera. ¿Qué puede que vuestra amistad se rompa? Si, pero eso significaría que ahí, ni había amistad ni había nada. Pero ¿Y si resulta de que por no haberle echado huevos te pierdes una gran aventura en tu vida? Mira cariño, si prefieres eso te diré que yo pensaba que eras mucho más valiente e inteligente.

¿Mi respuesta? Terminarme la botella de un trago, me levanté y me fui a mi habitación. Sabía que tenía razón, que tenía que dejar de huir como había hecho siempre, pero ser valiente es muy complicado, y yo en aquel momento no tenía fuerzas para nada, y menos para aquello.

Me tiré en la cama apestando a alcohol, y con toda la habitación girando a mi alrededor.

Mañana será otro día.

Al día siguiente me desperté acordándome absolutamente de toda la conversación que habíamos tenido Mac y yo la noche anterior, aunque aquello no me solía pasar cuando bebía. 

Sabía que debía echarle valor, pero para eso, la mente debe estar tranquila y serena por lo que me tomé unos días para mí. Otra vez había dejado de hacerlo, y no debía.

La semana pasó tranquila, bueno mejor dicho, yo hice que pasara tranquila. Iba de la universidad a trabajar y de trabajar a casa. Ni siquiera llevaba el móvil. No lo quería. Tan sólo necesitaba música. 

Sin embargo Mac si que tuvo una semana ajetreada, aunque clandestina. Mientras leía algún libro de madrugada escuchaba cómo se abría la puerta de casa, y unos soniditos muy sospechosos unos minutos después, pero lo mejor fue que una de esas noches, que se daban absolutamente todos los días y que no me dejaban dormir tranquila, necesitaba ir al baño, fui sin encender ninguna luz para que no se dieran cuenta de que estaba despierta y no molestar, pero justo cuando fui a abrir la puerta, alguien salió del baño, y no era Mac. Como estaba oscuro no me vio y se chocó conmigo pisándome el pie.

+¡Joder qué daño! - grité sin querer.

-¿Elena?

+¿Quién eres?

No contestó, entonces yo encendí la luz del pasillo por que aquella voz me sonaba muy, pero que muy familiar...

+ ¡Nath! ¡¿Pero qué?! Mira, estoy zombi mañana tendremos tu y yo la conversación correspondiente, no te vayas a ir.

Era mentira, para nada estaba dormida, pero ante todo, me preocupaba por la vida sexual de mis amigos. Cosa que, pensándolo bien, recordé que la mía llevaba descuidada bastante tiempo y aquello no lo podía permitir. Mientras estaba en el baño, me di cuenta de que lo que verdaderamente necesitaba para poder tener el valor suficiente era un día de chicas, que digo, un día de Elena. Uno de esos días en los que sientes que todos te desean y piensas que puedes hacer lo que quieras, cuando quieras, y como quieras. Y yo, iba a tener lo que quería, a cualquier precio.

Terminé de dormir. Fui para la cocina. Allí estaban ella y él. Esperándome para darme explicaciones. Explicaciones que yo no solamente no quería sino que no necesitaba. Aquello si que lo comprendía y se me daba bien.

+Tranquilos, tranquilos, sé que habéis estado teniendo sexo toda esta semana, no soy sorda, pero no os preocupéis por mí. Es algo natural, los que se gustan lo tienen a menudo. Otra cosa diferente es mi caso, pero no será por mucho tiempo.- Y fui a vestirme.

Ambos se quedaron boquiabiertos. Se notaba un cambio de mentalidad en mí de una noche para otra, y no era para menos, por que aquel cambio no era real. Sí, puede que aquella noche no fuera a decirle a Jay lo que sentía por él, pero aquella noche, aquel viernes por la noche sí que iba a decirle a Londres quién era yo.

Aquella mañana avisé a las chicas para ver si querían salir conmigo, también llame a Kelsey y a Nareesha. Todas dijeron que sí. Todas menos Mac. Dijo que tenía un asunto entre manos que debía resolver con bastante urgencia. No entendí ni una palabra de lo que me dijo pero bueno, ella se lo perdía. Si aquel asunto era el tema de Nathan lo que tenía entre manos, yo buscaba más o menos lo mismo.

Esa noche no quería sentimientos, quería simplemente sentir. Pero no con el corazón. Éste sólo tenía la obligación aquella noche de acelerar mi pulso a causa de la adrenalina. Nada más.

La noche se acercaba. Solamente utilicé mi móvil para quedar con las chicas.Esta noche él no se venía conmigo, yo iba a ser completamente libre. Y me la iba a pillar bien grande.

Me duché y después vino lo mejor. Sabía perfectamente que ponerme para la noche de Elena. Me puse algo que no sabía exactamente si era un vestido o no de lo corto que era. Era negro, de palabra de honor, con unos lazos cruzados, como en un corsé. Le sumé unas de mis botas de cuero más altas, unas ligas al vestido y mi chaqueta de cuero favorita. Me alisé el pelo. Lo tenía cada día más largo. Eso me gustaba. Y me pinté con los ojos muy, muy, muy oscuros. Aquella noche iba a ser solamente para mí. Me miré al espejo y me gustaba lo que veía.

Salí de casa. Decidida. A cada paso que daba hasta llegar al bar donde había quedado con las chicas lo estaba aún más.

Cuando llegué, estaban todas esperándome en la puerta.

+Elena… estás… me dejas sin palabras…- dijo Laura, que no estaba acostumbrada a verme así.

-Chicas, poneos los cinturones. Esta noche va a ser muy ajetreada.- les dije entrando al local.

Nada más llegar a la barra pedí unos chupitos de tequila para cada una. Y nos sentamos en una de las mesas para charlar un rato antes de ir a bailar.

+ ¿A qué viene esta actitud Elena?- dijo Sophie.

-¿Y por qué no? Solo quiero sentir el mundo a mis pies por una noche. No hay nada de malo en ello.

+La verdad es que no.- dijo Kelsey.

-Bueno lo malo es que tú y Nareesha tendréis que ser buenas.- les dije riendo.

+No importa, ya serás tú mala por nosotras…-dijo Nareesha.

Seguimos charlando un rato más mientras seguíamos con nuestros chupitos. Después salimos a bailar.

El alcohol volvía a recorrer mi cuerpo, haciéndose su dueño y ni siquiera habían pasado 24 horas desde la última vez que lo hizo. Bailé con todos y con todas. Las chicas también se lo estaban pasando bien, aunque cada una en su línea.

Conocí a un chico muy guapo que no recuerdo como se llamaba, solo recuerdo que besaba muy bien.  Y me estaba haciendo sentir lo que yo buscaba de aquella noche, lujuria, pasión, escalofríos, sexo.

Puede que la razón de que estuviera tan sentimental últimamente era que hacía tiempo que no lo tenía. Vale, me estaba mintiendo a mí misma, pero aquella noche quería hacerlo. No quería pensar en nadie, tan solo en mí.

Seguía bailando con aquel chico sin nombre. Pero mientras él estaba detrás de mi, acariciándome, besándome el cuello, erizando mi piel, vi como Jay, sí Jay, se acercaba a mi. Empezaba a besarme, y a hacer lo mismo que el otro chico pero en el lado contrario. La adrenalina por mi cuerpo estaba en límites insospechados. Sentía cómo mi corazón latía a mil por hora, qué digo, ya ni me sentía el corazón. Solo placer. Placer de aquellas caricias, de aquellos mordiscos, de ambos, de uno en especial. Ya no veía a nadie más en la sala, solo a nosotros tres. Me giré para decirle al chico sin nombre que nos fuéramos de allí para ir a un lugar donde estuviésemos más cómodos. Afirmó con un beso. Pero cuando me giré y fui a decírselo a Jay, no estaba. Lo busqué por todos lados, pero no aparecía por ningún sitio. Incluso le pregunté al chico sin nombre si lo había visto y me dijo que no había nadie más con nosotros.

Me estaba volviendo loca. No lo iba a permitir, así que le eché la culpa al alcohol y seguí con lo mío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario