PHOENIX

lunes, 15 de octubre de 2012

CAPITULO 26


Por fin llegamos al lugar donde se iba a celebrar la fiesta. Era un lugar enorme y precioso cerca del London Eye, es más, se veía el río y el parlamento desde cualquier sitio, era increíble.

Bajamos de la limusina y pasamos por un pasillo de fotógrafos y flashes, estaba completamente cegada, pero Nareesha me dio la mano y nos guio a Mac y a mi, se notaba que ella tenía mucha más experiencia.

Mientras los chicos estaban en el Photocall y respondiendo a las entrevistas las chicas nos quedamos charlando en una esquina. De repente Nareesha y Kelsey se unieron a ellos, normal eran sus parejas, y Mac y yo nos quedamos viendo cómo posaban y lo maravillosamente guapísimos que estaban. Cuando de repente Max nos cogió a las dos y nos metió dentro con todos.

No podía ver absolutamente nada. Solo veía flashes y escuchaba a los fotógrafos preguntar quiénes éramos nosotras, que si éramos novias de alguno.

-Son nuestras mejores amigas- dijo Max agarrándonos de la cintura.

+Las queremos como a unas hermanas- dijo Jay.

Debió de cambiarme la cara en aquel momento por que Mac me dio un pellizco para que la mirara y me dijo que sonriera.

-Por eso nos pasamos todo el día chinchándolas. Son más monas…- dijo Tom.

Yo ya no sabía donde estaba, estaba muy agobiada y me dolía la cabeza de los flashes, aunque por fin nos metieron para dentro.

A lo largo de la fiesta, iba a haber algunas actuaciones, unas palabras de agradecimiento de los productores y de los chicos, y por último una actuación de ellos.

Durante la fiesta, intenté acercarme a Jay en más de una ocasión, pero no podía. A veces me esquivaba, otras ni siquiera me contestaba, me dedicaba malas miradas. No sabía qué le pasaba conmigo, la última vez que le vi todo era perfecto. Me ahogaba de las lágrimas.

Así que lo cogí del brazo y me lo llevé a un sitio en el back stage donde no había nadie.

-Me vas a contar que coño te pasa conmigo. Me da igual que quieras o no. Cuanto antes me lo digas antes dejaras de verme la cara.

+No te gustaría saber por qué estoy así. Elena déjame.

-No pienso hacerlo.- cada vez agarraba su brazo con más fuerza, no podía aguantar más las lágrimas.

+Que me dejes y pases de mi Elena. Como si no me conocieras ¿vale? Y cuando haya cámaras delante limítate a sonreír.

-Me ha quedado todo muy claro. Pero tranquilo Jay, me voy de este puto sitio de mierda. Que tengas mucha suerte y espero que tengáis todos una gran noche.

Mientras salía de aquel maldito sitio por la puerta de atrás, para que no me viera ningún fotógrafo y no perjudicar a los chicos por una gilipollez, rompí a llorar. Me faltaba el aire, estaba incluso mareada, y las lágrimas apenas me dejaban intuir por donde iba.

Cogí un taxi que me dejó en casa. Ni siquiera le dije nada ni a los chicos ni a Mac de que me iba. Tampoco me importaba, quería que ellos disfrutaran de aquella noche tan especial por que se lo merecían.

Cuando llegué a casa me sentía claustrofóbica, no quería estar allí. Todo me recordaba a Jay, incluso seguía su manta encima del sofá quería escapar pero no sabía a donde. Así que cogí una pequeña maleta, dinero y me cambié los tacones por unas converse y salí de aquel puto lugar.

Corrí. No sabía a donde me dirigía, solo quería no estar allí. Es más, Londres se me hacía pequeño. Cada vez notaba más presión en el pecho y me faltaba más el oxígeno. Tenía un ataque de ansiedad. ¿Por qué coño me había dicho todo aquello el muy gilipollas?

Iba hablando sola por la calle. Bueno, mejor dicho, iba soltando tacos por la calle, lo maldecía absolutamente todo. No me merecía aquellas dolorosas palabras suyas, yo no le había hecho nada, es más, hasta ahora lo había tratado muy bien sin motivo, bueno sí, lo quería y desgraciadamente, lo seguía haciendo.
Entonces tuve una idea. Llamé a un taxi, que afortunadamente paró de inmediato.

+A King’s Cross por favor- le indiqué.

 En unos quince minutos ya estábamos en mi destino. Pagué con la tarjeta de crédito y me bajé de aquel maldito taxi. Sí, seguía maldiciéndolo todo.

Cuando llegué a aquella estación no supe muy bien qué hacer, así que me acerqué a un televisor que había en una cafetería y vi que estaban echando Midnight in Paris, otra de mis películas favoritas, destino decidido.

Compré el primer billete a Paris que saliera aquella noche. Por suerte el último tren salía en 15 minutos y aún me daba tiempo a tomarlo.

Fui corriendo hacia el andén intentando no pensar absolutamente en nada. Ya tendría tiempo para pensar durante el camino. Cuando llegué me senté en mi asiento y saqué mi teléfono para enviarle un mensaje a 

Mac para que no me diera por desaparecida, aunque en realidad era lo que quería.

Mac estoy en un tren de camino a París, no sé cuándo volveré ni siquiera si lo haré, cuando me encuentre mejor te llamo y te cuento. No te preocupes por mí, estoy bien. Te quiero. Deséales mucha suerte a los chicos de mi parte y diles que los quiero mucho, y a las chicas también. Me ha encantado el tiempo que hemos pasado juntas en nuestra aventura en Londres. Siento haberme ido sin despedirme, pero era necesario. Adiós.

Después de mandarle aquel mensaje, lloré, intenté parar pero me era imposible. Mi vagón estaba casi vacío por lo que me dio igual llorar. Bueno, me habría dado igual de cualquier forma.

Después, le mandé un mensaje a Jay:

Jay, siento haber sido un estorbo para ti. Tranquilo no lo seré más. Espero que tengas la mayor suerte del mundo en tu vida. Ha sido todo un placer conocerte. Adiós.

Sabía que no verían los mensajes hasta que no acabara la fiesta, es decir, más o menos hasta que no llegara a París, por lo que me venía de perlas.

Por el camino me di cuenta que ni siquiera tenía dónde dormir aquella larga noche. Así que alquilé una habitación por un par de días en un pequeño hotel, por internet. Menos mal que me había llevado el ordenador. Era de lo poco que había cogido.

Me quedé dormida a mitad de camino, pero por fin llegué a París, lo que no sabía es qué iba a hacer ahora con mi vida. Ni siquiera sabía bien del todo el idioma. Mientras lo pensaba o no opté por irme al hotel y ya pensaría con más claridad cuando me despertara.

A la mañana siguiente cuando me desperté me di un baño relajante, para ver si de verdad hacía su función aunque no funcionó mucho, seguía echa polvo después de aquella maldita noche que parecía una pesadilla. 

Pero no lo era, estaba en París. Sí joder, en París, sin Jay, ni Mac, ni nadie, solamente mi soledad y yo.
Cuando salí del baño me dio por mirar mi móvil para ver qué hora era exactamente. La hora no la vi, pero sí que vi las 154 llamadas perdidas que tenía sumándole los 35 mensajes que me habían dejado todos. Todos menos Jay.

No quería hacerlo, pero debía hacerlo. Tenía que llamar a Mac por lo menos para que supiera que estaba bien, que no me había pasado nada. Y, para despedirme aunque fuera por teléfono y no por mensaje.
Precisamente, cuando después de estar mirando el móvil fijamente durante unos segundos, me decidí a llamarla, sonó el teléfono. Era Mac. Lo cogí:

+ ¿Dónde coño te metse gilipollas?- Cuando Mac estaba nerviosa o preocupada se ponía a decir tacos, y en aquel momento estaba nerviosa y preocupada.

-Mac, tranquilízate, estoy bien, estoy en París, y creo que me quedaré aquí.

+ ¿Por qué Elena? ¿Por qué así de repente y sin decirnos nada… hemos estado toda la puta noche preocupados por ti buscándote, pensábamos que te había pasado algo grave…- rompió a llorar.

Cuando la escuché llorar se me partió el alma. Pero no iba a volver. Vale que el amor no se me diera bien. 
Pero no quería volver para que terminaran de romperme el corazón. Aunque fuera de cobardes huir, era lo único que podía hacer.

-Lo siento Mac, pero es una larga historia. Simplemente no puedo volver. Os las arreglareis sin mí. No os preocupéis.

+ ¿Pero qué? Elena deja de decir gilpolleces… te odio tía, te odio… si quieres estar unos días fuera vale, pero por favor vuelve… No nos puedes dejar así. Estamos todos llorando por que no estás.

-Sé que todos no.

+Elena absolutamente todos. Y Jay ni siquiera sabemos donde está. Al principio pensábamos que estaba contigo pero desapareció justo después de la actuación.

-No me importa donde esté Jay sinceramente- mentí.

+ ¿Qué te ha pasado con él?- ella y su manía de dar siempre en el clavo.

-Esa pregunta se la tienes que hacer a él, por que yo, no tengo ni puta idea. Bueno tengo que irme. Adiós 
Mac, os quiero mucho.

+No, no, no. No dejaré que te vayas sin que me prometas que vas a volver.

-Joder… te lo prometo ¿contenta?

+Si, y como no vengas y me hagas ir para allá a buscarte vas a venir calva por que te voy a agarrar de los pelos hasta que lleguemos a casa.

-Mac, Londres ya no es mi casa.

+Sí que lo es. Que ahora pienses como una idiota por qué no sé que puede haberte pasado es diferente. 

Pero aquí y solo aquí tienes a la gente que de verdad te quiere. Espera un momento… acaba de llegar Jay…

-No me lo pases, no quiero hablar con él.

Pero noté cómo le quitaba el teléfono a Mac. Tenía un nudo en la garganta… ¿Qué querría decirme ahora después de lo de anoche?

+Elena, vuelve, todos están mal por ti y no es justo. Ellos no se merecen lo que les estás haciendo.- Y se fue.

Muy bien, ni siquiera se había preocupado de si estaba bien o no. Esta vez me había demostrado que no valía la pena. Pero tenía razón, no podía hacerle daño a la gente que de verdad se preocupaba por mi, e irme por un tío que ni siquiera quería saber de mi.

Finalmente le expliqué a Mac y a los demás que me iba a quedar allí lo quedaba de fin de semana, que los llamaría y que dejaran de llorar que me hacían sentir importante. Que solo había sido un arrebato.
Cuando colgué me vestí con lo poco que había metido en la maleta. Me puse una chaqueta que, creo recordar, llevé por última vez el día que Jay me recogió de casa de Sophie, metí las manos en los bolsillos y encontré un papel arrugado. Lo leí:

A veces me tumbo en mi cama por las noches y desearía que estuvieras aquí.

No entendía nada, ni cómo había podido llegar aquello a mi bolsillo ni de quién podría ser la carta, aunque me sonaba muchísimo la letra, pero estaba segura de que no era de Mac.

Le resté importancia a aquello, París me esperaba. Con sus expresos, jardines, cafeterías donde iban los ilustres de los años 20 como Dalí, Hemingway, Picasso, los FitzGerald y todos aquellos grandes… la Tour Eiffel, le Louvre… y solamente un día por que aquella noche prometí que volvería a Londres.

Sabía que no me iba a dar tiempo de verlo todo así que, como no quería ver muchas cosas en muy poco tiempo, decidí desayunar en alguna cafetería típica, después subir a la Torre Eiffel y por último visitar algún mercado de antigüedades.

La verdad es que lo hice todo bastante rápido , aunque quería pararme más tiempo en el mercado por si encontraba algo fascinante, ese algo que sólo lo encuentras si buscas bien por que suele estar en el último rincón. Ese algo que no tiene importancia para nadie, solo para unos pocos. Yo quería encontrarlo.

Mientras estaba en aquel fabuloso mercado, cerca del Moulin Rouge, lleno de olores, antigüedades, discos de vinilo, libros viejos que les faltan la mitad de las páginas y trajes de época, buscando entre libros de Ernest Hemingway, mis dedos chocaron con los de otra persona. Cuando me di cuenta quité la mano rápidamente muerta de vergüenza.

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