Idiotas enamoradas.
Un rato después volvimos al estudio, busqué a Jay, pero no
le molesté al ver que trabajaba duro, simplemente le saludé desde el ventanal y
le dije que le quería.
Era verdad, lo hacía, le quería como no había querido a
nadie antes. Despertaba en mí cosas increíblemente nuevas, que me asustaban,
pero no me importaba tener miedo, no me importaba sentir la adrenalina en mi
piel cuando le besaba, porque, después del miedo, venían sus besos, y eso hacía
que valiese la pena.
Vuelta al duro trabajo. Papeles y papeles, llamadas a tres,
videoconferencias, y listas de emails interminables, sin contestar.
El nuevo proyecto para los chicos con las fans sería hacer
con los chicos una fiesta enorme, para que vieran cómo se las gastaban al salir.
Estaba completamente exhausta preparando las bases del
concurso y todo lo necesario, solo quería llegar a casa, darme una ducha
caliente y dormir como un tronco.
Eran cerca de las nueve de la noche, y, cuando estaba
saliendo del estudio de camino al metro me encontré con Jay.
-Hola, grandullón.- le dije dándole un pequeño beso.
+Hola, pequeña. ¿Dónde vas?
-Pues, voy a darme una ducha y a dormir, no puedo más con mi
alma.
+ ¿Te sientes preparada para volver?
-Si volvieras conmigo, lo estaría mucho más.
+Te acompaño encantado, además tengo algo para ti, solo que después
de la ducha no vas a poder dormir.
Yo, y mi encantadora mente pervertida se tomó aquellas
palabras como le dio la gana y fui directa a morderle el cuello, mientras metía
mis manos por su pantalón.
+Elena… - decía sacando mis manos – no es por eso
exactamente. Te he preparado algo. Por cierto, lo siento por lo de esta tarde.
-Bueno, vale. Tendré que esperar para saber qué es… Y, Jay,
lo de esta tarde ha sido una de las cosas más bonitas que me ha pasado nunca.
No me importa que nos hayan escuchado cómo nos queremos…
Llegamos juntos a casa. Se me hacía raro, hacía demasiados
días que no pasaba por allí.
Nos quedamos un rato frente a la puerta, con las llaves en
la mano. Suspiré.
-¿De verdad que estás bien?- me preguntó.
+No te voy a negar que sea duro, pero, he estado hablando
con ella, y así parece que no se ha ido del todo… creo que estaré bien, sobre todo
si tú estás conmigo.
-Siempre lo voy a estar.
+Shh, no digas eso. Limítate a hacerlo.
Metí la llave en la cerradura, la giré y abrí la puerta. El
olor a casa me seguía siendo familiar, y, aunque estaba como siempre, se notaba
que le faltaba una mitad.
Intenté actuar como si nada, aunque el corazón me latía
rápido.
Me di una buena ducha, y me vestí. Jay me esperaba en el salón,
aunque entró en mi cuarto para ver si estaba lista.
Cuando por fin lo estuve salimos de casa, la prueba ya
estaba superada. Y ni una lágrima. Todo saldría bien, o al menos eso esperaba.
-¿Puedo preguntar a dónde vamos?- dije al entrar en su
coche.
+Ya lo estás preguntando.- dijo con su maldita y maravillosa
sonrisa- vamos a nuestra primera cita.
-¿Nuestra primera cita? Creo que a estas alturas ya no hace
mucha falta…
+Hazme caso, te gustará.- me dijo acariciándome la mano.
No fuimos muy lejos, ni a un sitio desconocido, es más,
aquel lugar era muy conocido, por mí, por nosotros, por todo el mundo.
Estábamos en el London Eye.
-Jay, no tengo muy buenos recuerdos de este lugar.- dije aún
sin soltarle la mano, mientras mirábamos la gran noria.
+Lo sé, pero no es exactamente aquí donde venimos, por
ahora.- me contestó con las mejillas sonrojadas.
-¿Entonces, dónde vamos?
Andamos unos metros más adelante, hasta que llegamos al
acuario de Londres.
-¿El acuario?
Él se limitó a sonreír.
Entramos al acuario, no había mucha gente, era demasiado
tarde, pero lo prefería así. Vimos peces
de todo tipo, me acordé de Max al ver a los tiburones, hablamos sobre
muchísimas cosas, me reí como hacía tiempo que no lo hacía. Estaba siendo una
cita estupenda.
Nos sentamos en un banco central de una sala que estaba
rodada completamente por aquella enorme pecera. No había mucha más luz que la
azul y resplandeciente que emanaba del agua.
Me senté a su lado. Y, sin mirarle, mientras admiraba
aquellas preciosas criaturas, le acariciaba la mano. Él me devolvía la caricia.
-No sabía que se te diera tan bien organizar citas. Tendrás
mucha experiencia…- bromeé.
+Pues, sinceramente no tengo mucha, solo pensé en algo que
te pudiera gustar, y, se me ocurrió esto.
Además, creo que está en un lugar muy
especial de la ciudad. ¿Te está gustando?
-Lo está…- dije- me está encantando. Aunque es muy romántico
para mí, incluso para ti.
+Pues… aún hay más.- dijo levantándome.
Me llevó a una sala que estaba cerrada, era un igual de
oscura que la anterior, tenía la luz justa. En el medio de aquella sala,
mientras los peces y animales marinos nadaban, una pequeña mesita, con dos
velas.
-¿Y esto?- dije alucinando.
+No creo que te merezcas menos.- me respondió.
Una cena alucinante a la luz de las velas y rodeados de
aquella imagen tan maravillosa… era muchísimo más que cualquier cosa que
pudiera imaginar.
Fuimos hacia la mesa, e incluso me apartó la silla para que
me pudiera sentar.
+ ¿Puedes creerte que estoy nervioso?- me dijo mientras se
sentaba.
-No tienes por qué estarlo, aunque, yo también lo estaría.
Es más, yo también lo estoy.- reí.
+Esto es muy raro…
-No lo es, los raros somos nosotros, que empezamos por el
final.
+Ese es uno de los motivos por lo que te preparé esto. Creo
que deberíamos hacer las cosas bien, paso a paso. ¿Qué te parece?
-Me parece que eres demasiado adorable, y que estás haciendo
que me vuelva como una de esas idiotas enamoradas que tan poquito me gustan.-
le dije pellizcando su mejilla y dándole un beso después.
+Eres graciosa cuando te vuelves una idiota enamorada.
-Tranquilo, es solo una etapa.- bromeé.
Cenamos de maravilla, charlamos, reímos, y, cuando
terminamos, pensé que nada podría ser mejor de cómo estaba siendo aquel
momento. Pero me equivoqué.
Salimos del acuario y yo me dirigí de camino al coche para
volver a casa, pensaba que la cita ya había terminado.
+ ¿Dónde te crees que vas, pequeña?
-¿A casa?
+Te equivocas, esto no ha terminado aún.
-¡¿Hay más?!
+ ¡Por supuesto que hay más!- me dijo agarrándome las manos-
quiero empezar un nuevo futuro, pero eso no borra el pasado, y, aunque no pueda
hacerlo, me gustaría reescribir sobre él, por eso…- dijo mirando hacia el gran
amasijo de hierro iluminado.
-¿La noria?
+Deja de preguntar y limítate a… disfrutar.- dijo con su
maldita sonrisa.
Nos montamos en la noria, estaba toda la ciudad iluminada,
habían puesto música suave dentro de la cabina, y Jay me abrazaba por detrás
mientras admirábamos las vistas.
+Perdóname, por todo lo que ha pasado. Tendría que haberlo
hecho bien desde el principio, porque para eso te quiero desde el principio. He
sido un completo capullo al no disfrutar de ti al máximo durante todo este
tiempo.- me susurró al oído.
Me giré, aunque seguía entre sus brazos, lo miraba
atentamente a sus ojos azules.
-De las miles de veces que he podido imaginar cómo sería
estar contigo, nunca había conseguido acercarme si quiera a una tan perfecta
como la que estoy viviendo ahora. Te quiero- dije poniendo mi dedo sobre su
frente- y quiero que se quede grabado ahí, en tu cabecita, y que no se borre
nunca, ¿entendido?
+Entendido.- dijo riendo.
-Así me gusta, y ahora deja de hacer que diga cosas tan
horriblemente cursis.
+Ya te he dicho que eres muy graciosa cuando te pones así.
-Idiota.- dije girándome de nuevo entre sus brazos.
+Te quiero capulla.- dijo besando mi cabeza.- Por cierto,
tengo la última sorpresa de la noche, y que creo,
que va a ser la que más te va
a gustar.
-¿Existe algo más especial que lo de esta noche? ¿Es sexo?
¿Se come? ¿Tu belleza inigualable?
+No idiota- dijo riendo- ni se come, ni es sexo, ni nada de
eso. Tú mira en el bolsillo de tu abrigo.