PHOENIX

jueves, 25 de julio de 2013

CAPITULO 2

Recorded.

+Es verdad, ¿dónde está?- dijo Max.

-Está mal por lo de Mac, yo creo que sé dónde puede estar.- dijo Jay.

¿Dónde estaba Nathan? Pues, tal y cómo Jay dijo, en el estudio, escribiendo, ensayando, componiendo, escapándose de aquí.

Al llegar al estudio, nos encontramos con Nathan en una de las habitaciones de grabación, tirado en el suelo, acompañado por un cuaderno, lápiz, y unas cuantas bolas de papel esparcidas por la habitación.

Entré para hablar con él un momento, su mirada no reflejaba más sentimientos que el de frustración.

-¿Falta de inspiración?- le dije sentándome junto a él en el suelo y acariciándole la espalda.

+Todo lo contrario. Demasiado que decir. Lo que no tengo son palabras.

-¿Desde qué hora llevas aquí? Es muy temprano, y tienes cara de no haber dormido mucho.

+La verdad es que llevo aquí desde las tres, no podía dormir porque, pensando en ella, se me vino a la mente algo que creo que puede ser bastante bueno, no mucho, unas cuantas notas, pero tengo que contar lo que reflejan, y llevo tanto tiempo intentando que salgan, que me he bloqueado.

-¿Crees que si ella estuviera aquí, ya lo tendrías?

+Estoy completamente seguro.

-Pues, toma.- le dije dándole las llaves de casa.- Ve allí, puede que ya no estén sus cosas, pero sí que está todo lo que ha vivido. Seguro que encuentras allí a tu musa. Úsala cuanto quieras, no te preocupes, ya sabes que mi casa es tu casa.

+Gracias. Sé que tú la echas de menos tanto como yo.

Nos dimos un abrazo reconfortante, y después se fue.

De todo corazón esperaba que allí encontrara lo que estaba buscando, igual que Mac.

Mientras yo ordenaba montañas de papeles, y tenía una videoconferencia con Martin, que estaba en Newcastle, los chicos grababan una nueva canción que ya estaba preparada para el nuevo disco, aunque estuviera recién sacado el anterior.

De un momento a otro, pasaron de ser las nueve de la mañana, a las doce de la noche, y ya era hora de volver a casa.

No me apetecía nada volver, seguía sin estar preparada y, por eso, me quedé un rato más en la oficina preparando un nuevo proyecto que se me había ocurrido mientras hablaba por email con las chicas del club de fans. Además, el trabajo me hacía tener la cabeza ocupada y no pensar en cosas que no me apetecía pensar.

Pasaron de ser las doce, a ser las tres, y los ojos se me cerraban, así que fui a la cocina para, sí, aunque fuera increíble, beberme un café.

Me lo bebí de un tirón mientras apuntaba ideas en mi bloc de notas e iba de camino a mi oficina, otra vez.

Entonces escuché música, aunque pensaba que estaba sola. Al principio me asusté un poco, pero de todas fui a ver de dónde venía aquel ruido.

Lo encontré. Venía de una de las salas de ensayo. Entré en la parte donde estaba la mesa de mezclas para ver quién había dentro. Era Jay.

Cantaba como los ángeles, una canción que no había oído antes. Lo hacía con los ojos cerrados y mucha concentración.

Cuando los abrió y me vio, sonrió. Yo hice un pequeño gesto con la mano para saludarle. Él, seguía sonriendo.

Apreté un botón para poder comunicarme con él.

-Simplemente, increíble.- le dije sonriendo.

Salí de la sala, para entrar dónde estaba él.

-¿Qué haces todavía aquí?- le pregunté acariciándole la cara.

+Eso también podría preguntarlo yo.

-No me apetece volver a casa.

+Yo, estaba ensayando un poco la nueva canción.

-Suena realmente increíble.

+Eso es porque pienso en ti cuando la canto.- me dijo dándome un beso.

Tras ese beso, vino una caricia, después de esa caricia, otro beso más. Sus ojos me miraban fijamente, igual que los míos a él. Era jodidamente perfecto, tenía todo lo que necesitaba, todo lo que podía pedir, incluso más.

Tras unos segundos, admirando su belleza, volví a besarle, esta vez con más pasión. Después pasé de sus labios, perfectamente imperfectos, a su cuello. Zona prohibida. Mordí suavemente su oreja. Punto débil. Sus manos me acariciaban la espalda bajo mi camiseta. Al terminar, y mientras yo seguía intentando devorarle, me quitó la camiseta. Era su turno.

Mientras me besaba con rabia, me iba pegando cada vez más a la pared, hasta que nos chocamos. Ahí, bajo de mis labios hasta mi pecho, pasando por el cuello, y, mientras tanto, con las manos, desabrochaba mis pantalones con prisa.

Nos arrastramos los dos por la pared hasta que caímos al suelo. El combate había empezado, esto era la guerra sin perdedores. Cada vez que nuestras piernas se enredaban lo hacían de una manera para nada suave o tranquila. Era duro, fuerte, agresivo. Gritos, gemidos, arañazos, suspiros, sudor. Dentro, fuera, dentro.

Terminamos tan cansados, que, en cuanto llegamos a casa, nos quedamos dormidos al instante. Ya terminaríamos el trabajo al día siguiente.

-Hasta dentro de unas horas.- le dije metiéndome en su cama.

+Descansa, leona.

Se tumbó en la cama, bocarriba, y yo me tumbé encima de él, le di un beso, y volví rodando a mi sitio. Dormir con su calor era el mayor placer del mundo.

Nuevo amanecer, nuevo día, mismas obligaciones. Teníamos que volver al trabajo, aunque las sábanas estaban pegadas a nuestra piel y no nos dejaban salir, pero aquellas eran las consecuencias de trasnochar.
Martin ya había vuelto, y le enseñé la idea que tuve el día anterior con las chicas, para que la estudiara, después estuvimos, bueno, estuve, intentando organizar la próxima gira de los chicos, que tenía que ser cuanto antes, y ellos, pues, se dedicaron a lo suyo, que era cantar.

Y sí, aunque aquel no era mi trabajo, sí que les llevaba café y té cuando los muy mimados tenían sed, o me hacían ir a comprarles algo de comer porque ellos estaban demasiado ocupados y no podía interrumpir el trabajo de unos músicos, según Tom.

Fuimos a casa de los chicos a la hora de comer, para comer todos juntos. Yo aún no había vuelto a casa, parecía que vivía con ellos.

-Jay, anoche te quedaste en el estudio grabando, ¿no?- le dijo Nathan mientras enrollaba la pasta en el tenedor.

+Sí, aquí he traído las pruebas que hice para ver si está bien o tengo que modificar algo.- respondió él.

-Y, ¿por qué no la escuchamos ahora?- propuse.- podemos llamar a Mac por videoconferencia para que la escuche también.

Y exactamente eso hicimos.

+Me da vergüenza.- contestó.

-No seas idiota.- le dije dándole un beso y colocando el cd en el reproductor.- Mac, te va a encantar.

Se me hacía raro tener que hablar con Mac desde una pantalla, pero al menos, estaba con nosotros de alguna manera o de otra.

Le di volumen, lo puse casi al máximo para poder escuchar su voz en todo su esplendor.
Sonaba perfecto, la canción tenía mucho ritmo, y a los chicos también parecía gustarle el resultado.

Pero, la canción terminó, y el disco seguía sonando, y se escuchaba algo que me era muy particular. Sonaba mi voz.

Me extrañó al principio, pero después me di cuenta de que estaba grabada la parte en la que, la noche anterior, me había encontrado con Jay de madrugada.

Pero, para cuando me di cuenta de que todo lo que pasó, después de que Jay cantara, estaba grabado, ya era demasiado tarde.

Los chicos habían escuchado absolutamente todo lo que ocurrió dentro de aquella sala insonorizada. Mis gritos y sus suspiros.

-Ehm, creo que ya hemos escuchado suficiente. Jay ha cantado muy bien todo.- dije quitando rápidamente el cd e intentando hacer como si nada extraño hubiera sucedido, aunque sabía que no serviría de nada.

La cara de los chicos podría definirse como, curiosa. Estaban entre extrañados, alucinados, y sorprendidos. Todos con los ojos como platos, y yo, allí, de pie, junto a la radio y con el disco en las manos.

De repente, un silencio ensordeció el salón. Era una de las situaciones más incómodas que había vivido nunca. Mac rompió aquel momento.

+Jay ha cantado muy bien, y tú también, Ele.- bromeó Mac.

Entonces, sin poder evitarlo, me eché a reír, y todos me terminaron siguiendo. Sabía que si no lo habían hecho antes era para no molestarme, pero había que reconocer que había sido un momento… raro.

+Así que, así de salvaje es Jay, ¿no, Elena?- dijo Nathan.

-Parad.- dijo Jay.- No ha sido sexo.

+Es verdad, era un documental de animales.- bromeó Tom.

-La quiero. Bueno, eso ya lo sabéis.- contestó.

Todos se sorprendieron ante su respuesta, claro que no era nada nuevo, ya lo sabían, pero no lo habían escuchado antes estando yo delante.

+Jay, está aquí.- le dijo Nathan.

-Ya lo sé, y ella ya lo sabe. Y, si ya sabíais muchos motivos del por qué la quiero, aquí tenéis uno más. Me vuelvo al estudio, que no puedo entregarle esto a Martin.

Se levantó, me miró, me agarró la cara, me besó, y se fue.

+Bueno, pues, aquí tenéis también un motivo de por qué yo le quiero a él.- dije aun en shock.

+Por fin recuperó su dignidad. Me gusta este chico.- dijo Mac.

-Entonces, ¿estáis juntos por fin?- preguntó Tom.


+Eso parece…- contesté viendo cómo se iba.

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