París era una mujer.
-¿Piere?
+ ¿Elena?
-¿Puedo?
+Por supuesto.
Fui a casa, le deje una nota a Mac
en el frigorífico, cogí algo de ropa y me fui al aeropuerto. Le mandé antes de
llegar un mensaje a Jeremy.
Lo siento, me he ido a París, estaré bien. Simplemente necesitaba irme
de aquí. Londres se me ha quedado pequeño.
Poco más de dos horas después,
estaba con Piere en el aeropuerto. En París. Otra vez.
-Bonjour Madeimoselle.
+Dame un abrazo.
Era reconfortante. Siempre me
hacía olvidar todos mis problemas. Justo lo que necesitaba. Sin darme cuenta,
de un momento para otro me encontraba en París, con Piere, sin Jeremy.
-Espero que no hayas reservado
ninguna habitación de hotel…- me dijo Piere cogiendo mi maleta.
+ ¿Por?
-Por que te quedas en mi casa. Y
no intentes discutirme… yo no pude hacerlo.
Acepté. No tenía más remedio.
Fuimos a su casa, como no, en el
barrio bohemio por excelencia de París, Montmartre. Exactamente en la Rue
Abbesses, donde vivía Amelie, y cerca del Moulin Rouge, donde le conocí.
Vivía en un piso que rebosaba arte
por todos lados, lleno de cuadros, antigüedades y lo que más me gustó fueron
las frases de ilustres franceses o que vivieron en Francia durante los años
veinte, escritas en la pared, como los Fitzgerald, Dalí, o Gertrude Stein. Mi
favorita era de esta última y estaba escrita en la pared del salón, era enorme.
“París era una mujer”- G.S
Me llevó a una de las habitaciones,
era realmente bonita y las vistas eran aun mejores.
-Deberías descansar, mañana será
otro día.
La verdad es que Piere tenía
razón, era de madrugada y estaba agotada de aquel intenso día, aunque ya estaba
más relajada.
Cuando me desperté miré mi
teléfono, había un mensaje de Jeremy y otro de Mac, aunque ella ya no se
sorprendía ante mis escapadas, y Jeremy solo quería que estuviera bien y que
volviera pronto. No contesté a ninguno de los mensajes, es más, no volví a
mirar el móvil en todo el día, necesitaba desconectar.
Me paseé por la casa buscando a
Piere. Finalmente, lo encontré en la cocina.
-Bonjour Madeimoselle ¿tienes
hambre?
+Bonjour Monsieur, estoy muerta de
hambre.
-Me alegro por que te he preparado
el desayuno.
Piere me había preparado unas
tostadas con la Torre Eiffel grabada y un chocolate caliente.
-¿Qué quieres hacer hoy? ¿Tienes
algún plan?
+Sabes que yo no soy de hacer
planes, además, tú vives aquí, tú tienes que decirme donde vamos.
-Vale, pues si no te parece muy
mala idea… ¿que te parece si lo primero que haces es contarme qué te ha traído
hasta aquí?
+Londres se me quedaba pequeño.
Otra vez. Como siga así voy a tener que quedarme a vivir en París.
-No creo que sea muy buena idea,
no tendrías dónde ir si París se te quedara pequeña.
+Tienes razón.
-¿Y qué ha pasado esta vez?
Pensaba que Jay estaba de gira.
+Es que el problema está en que no
sé que falla. Jeremy es un cielo, echo de menos a los chicos pero es su
trabajo, incluso me estoy llevando bien con Kelsey Ann… lo único malo son esas
malditas cartas…
Obviamente traje conmigo las
malditas cartas, y se las di a Piere para que las leyera.
-Si te soy sincero no sé qué
pensar sobre el que te está escribiendo esto… Por un lado me parece muy bonito
lo que está haciendo, pero por otro… creo que es un poco cobarde… se está
arriesgando a medias.
+Eso mismo pienso yo.
-Pues creo que lo mejor que puedes
hacer es no darle más importancia y sacarle el lado positivo a esto. Ya sabes
que alguien más en el mundo te quiere, aunque sea un cobarde.
+Tienes razón…
Dimos un paseo por las calles
parisinas, tomamos café, bueno él, en un café precioso, compramos, y
disfrutamos de la ciudad.
-¿Puedo llevarte a un sitio
especial esta noche?
+Primero tengo que mirar en mi
apretada agenda… aunque creo que lo tengo libre.- bromeé.
-Vale, pero ponte guapa por que
vamos a un sitio muy especial.
+ ¿A dónde?
-Si te lo digo no es una sorpresa.
Cuando volvimos a casa me preparé
para la sorpresa de aquella noche. Estaba intrigada por saber qué sería. Fui a
avisar a Piere de que ya estaba lista y ahí estaba él, de chaqueta, guapísimo,
impresionantemente guapo. Me quedé boquiabierta cuando le vi.
+Dios mío Piere.
-Estás preciosa Elena ¿nos vamos?
+Claro que sí ¿puedo ya saber
dónde vamos?
-No.- rio.
Fuimos en su coche hasta la Torre
Eiffel.
-Piere, cariño, la Torre Eiffel no
es que sea una gran sorpresa que digamos. Se ve desde tu ventana.
+Lo sé, pero una cena para dos en
lo más alto de la torre puede que si sea una sorpresa.
-No creo. Supongo que será una
broma. ¿Verdad?
+Me parece que no…
Subimos a lo más alto. Se veía
todo París iluminado, era la imagen más bonita que había visto nunca. Allí
teníamos una mesita para dos, con velas, esperándonos.
La cena estuvo buenísima, y cuando
terminamos empezamos con el champán.
-¿Por qué todo esto?
+No es que vengas a París muy a
menudo… Y como sabía que estabas mal, pues… creí que sería buena idea, o al
menos que te llevaras un bonito recuerdo de aquí.
-Pues lo has conseguido.
+No me apetece que te vayas
mañana.
-Ni a mi, pero tengo que hacerlo.
Los chicos vuelven mañana y le prometí a Jeremy que cenaría en casa de sus
padres.
+ ¿Me prometes que volverás
pronto?
-Te lo prometo.
No me apetecía volver a casa,
Piere era muy especial para mí y me hacía sentir como si nada en el mundo
importara, solo yo. Pero por otro lado quería volver a ver a mis chicos y a mi
chico.
Tras unas cuantas más botellas de
champán volvimos a casa y nos quedamos dormidos en el sofá mientras nos reíamos
de no llego a recordar el qué.
Piere volvió a despertarse antes
que yo aquella mañana, y me había vuelto a preparar el desayuno.
-No quiero que te vayas.
+Solo es un hasta luego.
-¿Estás mejor?
+Sí, mucho. He puesto muchas cosas
de mi cabeza en orden. No sé cómo lo consigues.
-Madeimoselle, yo no he hecho
nada, solo me he limitado a estar a tu lado.
+Sí que lo has hecho, y por
eso te quiero tanto.
Nos dimos un fuerte abrazo,
después recogí mis cosas y me llevó a la estación.
-Llámame cuando me necesites.
Estaré ahí siempre, sea la hora que sea.
+Lo mismo digo. Y… volveré pronto.
-Que pases una feliz navidad
Madeimoselle, y una cosa…
+Dime.
-Sigue pensando con el corazón.-
me dijo mientras ponía algo en mi mano.
Era otro reloj de collar. Yo me
quedé inmóvil.
+ ¿Por qué lo haces?
-¿El qué?
+Ser tan bueno conmigo.
-No se suele encontrar personas
tan especiales como tú todos los días. Y si los encuentras, tienes que
cuidarlos. Y el reloj… no pude evitar comprarlo para ti, me recuerda a ti.
Nos volvimos a abrazar. Aquellas
palabras no podían tener una respuesta que estuviera a su altura, así que
intenté demostrarle lo que sentía por él en lugar de decírselo. Era un gran
amigo, de esos que están en peligro de extinción.
Anunciaron el último aviso para mi
tren.
+Creo que tengo que irme. Te
quiero Piere.