PHOENIX

martes, 11 de diciembre de 2012

CAPITULO 69


Cris.

-¿Me toca?- dije simpática.

+Yo ya no tengo ganas de jugar.- dijo Kelsey Ann.

-¿Qué te pasa?

+Tú.

-¿Qué?-dije extrañada.

+Nada, Ele. No ha pasado nada...- dijo Kelsey seria.

El resto de la partida fue un aburrimiento, ninguno quería seguir jugando y a mi se me terminaron quitando las ganas de hacerlo. Jay no me habló en el resto de la noche.

Aquella noche, cuando íbamos de vuelta a casa, Kelsey Ann cogió un taxi y se fue sola, ni siquiera se despidió de Jay.

Ya en casa de los chicos, Kelsey, Mac y yo estábamos en la cocina cogiendo algo de beber.
-Creo que deberías de hablar con Kelsey Ann.- me dijo Kelsey.

+ ¿Sobre qué?

-Sabes a lo que me refiero Ele.

+Pues la verdad es que no...

-Elena, sobre Jay.- me dijo Mac.

+Y... ¿por qué debería de hacerlo?

-Por que está celosa.

+¿Celosa? Venga ya Kels, yo ni siquiera quiero que Jay me hable... No tiene por que preocuparse por mi en absoluto, pero si quieres yo hablo con ella...

No me parecía algo normal, ni yo quería perder mi tiempo hablando con ella, pero al parecer era lo que tenía que hacer.

Al día siguiente fui a casa de Kelsey Ann para hablar con ella.

Me abrió la puerta.

+Hola Kelsey Ann, ¿te apetece tomar un café?- le dije simpática.

-No mucho, la verdad. No me encuentro bien...

+Verás es que me gustaría hablar contigo.- dije aún en la puerta.

-¿Sobre qué?

+Es que ayer hablé con Kelsey y me dijo que debería hablar contigo...

-Elena, puedes irte, créeme, no tenemos absolutamente nada de lo que hablar.

La puerta estaba medio abierta, y una mano se puso encima del hombro de Kelsey Ann.

-¿Quién es rubia?

Ella abrió la puerta.

Era Jay, en ropa interior. Kelsey Ann me miró seria, Jay me sonrió de una manera no muy buena.

+Bueno, creo que me voy. Ya nos veremos.

¡Será gilipollas! No sé para que le hago caso a nadie.- pensaba mientras bajaba las escaleras del metro.

Estuve todo el viaje dándole vueltas al tema. Jeremy me llamó un par de veces antes pero rechacé su llamada. No estaba tan mal como decía, además, puede hacer con Jay lo que le de la gana, yo no lo quería ¿verdad? Lo que no entendía era el cabreo tan grande que tenía en aquel momento, así que hice mi terapia de choque favorita para quitarme cualquier tipo de mal, ir de compras.

Esta vez no iría a Oxford St. aunque estuviera cerca de casa, me apetecía cambiar de aires, así que me fui al Westfield Stratford City, un centro comercial gigantesco donde estaba segura que no vería nada particular, dispuesta a que saliera humo de mi tarjeta de crédito.


Mi primer objetivo fueron los zapatos. Compré pares y pares. Después hice un pequeño descanso y seguí comprando, más y más ropa, incluso compré ropa interior nueva, hasta que no pude más con tantas bolsas. Cuando me arrepentí de haber comprado tanto, llamé a Jeremy para ver si quería ayudarme con las bolsas hasta casa pero me colgó y después saltó el contestador, seguramente estaría en clase o haciendo algo importante.

Como pude volví al metro. Mientras iba camino a casa, recordé que había una chaqueta preciosa que quería regalarle a Jeremy por... ser él, no tenía que tener ningún motivo en especial para regalarle algo, por que él ya me daba motivos suficientes día a día. No me lo merecía. Así que paré en Oxford Street y ya decidiría después cómo volver a casa con tantas bolsas. Quizás cogería un taxi.

¿Una chaqueta? Já. Le compré de todo. Pero me encantó una bufanda enorme de lana que con solo imaginármelo con ella puesta ya sonreía como una tonta.

Cuando terminé busqué un maldito taxi durante al menos media hora, aquel no era mi día. Cogí las bolsas y me dispuse a andar hacia casa. Había un paseo pero no había otro remedio. Eso me pasa por volverme loca comprando, ahora debía sufrir las consecuencias.

Lo mejor de aquel maldito paseo fue que mientras estaba de camino a casa decidida y convencida de que sería capaz de llegar, empezó a llover, no, a diluviar. Y había comprado de todo excepto un paraguas. Por lo que me metí en el primer sitio que encontré, una cafetería, así que de paso decidí ponerle al mal tiempo, buena cara y calentarme con un chocolate ardiendo.

Me senté en la pequeña barra de la cafetería, y mientras esperaba mi chocolate vi una cara familiar, pero no estaba completamente segura. Estaba a espaldas mías sentado con una chica morena guapísima, con el pelo largo y unas ondas preciosas, tenía los ojos verdes, y un cuerpazo, o al menos eso era lo que veía desde donde estaba sentada.


No me apetecía tener un ataque de celos a lo Kelsey Ann, pero inmediatamente fui a mirarme al espejo, estaba feísima, tenía la nariz roja del frío, me había despeinado con el viento y mis ojos azules no eran verdes como los de ella. Además estaban hablando muy cerca.

-Tranquilízate Elena, no seas idiota.-pensé- puede que no sea él, y si lo es, seguramente será una amiga, o algo.

Para que mentir, me estaba volviendo loca. Volví a mi sitio y lo llamé para asegurarme de que no era él. Él teléfono de la mesa de aquel chico sonó, lo miró y Jeremy me colgó el móvil. No me lo podía creer, me dio un vuelco el corazón, no me lo esperaba de él, aunque no quería perder la calma, por lo que si no estaba haciendo nada malo, no tendría que mentirme.

Me acerqué a la mesa y me senté en la silla que quedaba libre.

-Hola.- dije mientras me sentaba con una sonrisa de oreja a oreja, falsa por supuesto.

+ ¡Elena vaya sorpresa!- dijo Jeremy.

-Si… una sorpresa… que bien… ¿cómo es que estás tú por aquí? Te he llamado varias veces.- dije sarcástica. Me rebosaban los celos por cada poro de mi cuerpo. No era yo, era otra persona.

+Sí, perdona, es que estaba hablando con… bueno os presento, Elena esta es Cris, Cris, esta es Elena.

La saludé y cuanto más la miraba a ella, más fea me sentía yo, y aquello no era típico de mí. No es que fuera una creída, sino que me daba igual que otras fueran más guapas que yo, y sobretodo que mis novios tuvieran amigas, es más yo quería que las tuvieran. Pero en aquel momento no sentía eso, la envidia me comía por dentro.
Cris…- medité de qué me sonaba a mí aquel nombre…- claro… su exnovia.


Al recordarlo me cabreé muchísimo, no entendía por qué me colgó el teléfono, ni por qué no me dijo nada… y encima ella me miraba mal, con superioridad. Quería llorar.

Cogí las bolsas con los regalos de Jeremy y se los solté en la mesa.

-Toma capullo, los había comprado para ti antes de darme cuenta lo gilipollas que eres. No sé de qué me sorprendo. Nada es perfecto y desde luego tú tampoco. Que te aproveche. Adiós guapa, que lo disfrutes.

Cogí el resto de las bolsas y salí corriendo de allí. Seguía diluviando pero me daba igual.





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