Cris.
-¿Me toca?- dije simpática.
+Yo ya no tengo ganas de jugar.-
dijo Kelsey Ann.
-¿Qué te pasa?
+Tú.
-¿Qué?-dije extrañada.
+Nada, Ele. No ha pasado nada...-
dijo Kelsey seria.
El resto de la partida fue un
aburrimiento, ninguno quería seguir jugando y a mi se me terminaron quitando
las ganas de hacerlo. Jay no me habló en el resto de la noche.
Aquella noche, cuando íbamos de
vuelta a casa, Kelsey Ann cogió un taxi y se fue sola, ni siquiera se despidió
de Jay.
Ya en casa de los chicos, Kelsey,
Mac y yo estábamos en la cocina cogiendo algo de beber.
-Creo que deberías de hablar con
Kelsey Ann.- me dijo Kelsey.
+ ¿Sobre qué?
-Sabes a lo que me refiero Ele.
+Pues la verdad es que no...
-Elena, sobre Jay.- me dijo Mac.
+Y... ¿por qué debería de hacerlo?
-Por que está celosa.
+¿Celosa? Venga ya Kels, yo ni
siquiera quiero que Jay me hable... No tiene por que preocuparse por mi en
absoluto, pero si quieres yo hablo con ella...
No me parecía algo normal, ni yo
quería perder mi tiempo hablando con ella, pero al parecer era lo que tenía que
hacer.
Al día siguiente fui a casa de
Kelsey Ann para hablar con ella.
Me abrió la puerta.
+Hola Kelsey Ann, ¿te apetece
tomar un café?- le dije simpática.
-No mucho, la verdad. No me
encuentro bien...
+Verás es que me gustaría hablar
contigo.- dije aún en la puerta.
-¿Sobre qué?
+Es que ayer hablé con Kelsey y me
dijo que debería hablar contigo...
-Elena, puedes irte, créeme, no
tenemos absolutamente nada de lo que hablar.
La puerta estaba medio abierta, y
una mano se puso encima del hombro de Kelsey Ann.
-¿Quién es rubia?
Ella abrió la puerta.
Era Jay, en ropa interior. Kelsey
Ann me miró seria, Jay me sonrió de una manera no muy buena.
+Bueno, creo que me voy. Ya nos veremos.
¡Será gilipollas! No sé para que
le hago caso a nadie.- pensaba mientras bajaba las escaleras del metro.
Estuve todo el viaje dándole
vueltas al tema. Jeremy me llamó un par de veces antes pero rechacé su llamada.
No estaba tan mal como decía, además, puede hacer con Jay lo que le de la gana,
yo no lo quería ¿verdad? Lo que no entendía era el cabreo tan grande que tenía
en aquel momento, así que hice mi terapia de choque favorita para quitarme
cualquier tipo de mal, ir de compras.
Esta vez no iría a Oxford St.
aunque estuviera cerca de casa, me apetecía cambiar de aires, así que me fui al
Westfield Stratford City, un centro comercial gigantesco donde estaba segura
que no vería nada particular, dispuesta a que saliera humo de mi tarjeta de
crédito.
Mi primer objetivo fueron los
zapatos. Compré pares y pares. Después hice un pequeño descanso y seguí
comprando, más y más ropa, incluso compré ropa interior nueva, hasta que no
pude más con tantas bolsas. Cuando me arrepentí de haber comprado tanto, llamé a
Jeremy para ver si quería ayudarme con las bolsas hasta casa pero me colgó y
después saltó el contestador, seguramente estaría en clase o haciendo algo
importante.
Como pude volví al metro. Mientras
iba camino a casa, recordé que había una chaqueta preciosa que quería regalarle
a Jeremy por... ser él, no tenía que tener ningún motivo en especial para
regalarle algo, por que él ya me daba motivos suficientes día a día. No me lo
merecía. Así que paré en Oxford Street y ya decidiría después cómo volver a casa
con tantas bolsas. Quizás cogería un taxi.
¿Una chaqueta? Já. Le compré de
todo. Pero me encantó una bufanda enorme de lana que con solo imaginármelo con
ella puesta ya sonreía como una tonta.
Cuando terminé busqué un maldito
taxi durante al menos media hora, aquel no era mi día. Cogí las bolsas y me
dispuse a andar hacia casa. Había un paseo pero no había otro remedio. Eso me
pasa por volverme loca comprando, ahora debía sufrir las consecuencias.
Lo mejor de aquel maldito paseo
fue que mientras estaba de camino a casa decidida y convencida de que sería
capaz de llegar, empezó a llover, no, a diluviar. Y había comprado de todo
excepto un paraguas. Por lo que me metí en el primer sitio que encontré, una
cafetería, así que de paso decidí ponerle al mal tiempo, buena cara y
calentarme con un chocolate ardiendo.
Me senté en la
pequeña barra de la cafetería, y mientras esperaba mi chocolate vi una cara
familiar, pero no estaba completamente segura. Estaba a espaldas mías sentado
con una chica morena guapísima, con el pelo largo y unas ondas preciosas, tenía
los ojos verdes, y un cuerpazo, o al menos eso era lo que veía desde donde
estaba sentada.
No me apetecía
tener un ataque de celos a lo Kelsey Ann, pero inmediatamente fui a mirarme al
espejo, estaba feísima, tenía la nariz roja del frío, me había despeinado con
el viento y mis ojos azules no eran verdes como los de ella. Además estaban
hablando muy cerca.
-Tranquilízate
Elena, no seas idiota.-pensé- puede que no sea él, y si lo es, seguramente será
una amiga, o algo.
Para que mentir, me estaba
volviendo loca. Volví a mi sitio y lo llamé para asegurarme de que no era él.
Él teléfono de la mesa de aquel chico sonó, lo miró y Jeremy me colgó el móvil.
No me lo podía creer, me dio un vuelco el corazón, no me lo esperaba de él,
aunque no quería perder la calma, por lo que si no estaba haciendo nada malo,
no tendría que mentirme.
Me acerqué a la mesa y me senté en
la silla que quedaba libre.
-Hola.- dije mientras me sentaba
con una sonrisa de oreja a oreja, falsa por supuesto.
+ ¡Elena vaya sorpresa!- dijo
Jeremy.
-Si… una sorpresa… que bien… ¿cómo
es que estás tú por aquí? Te he llamado varias veces.- dije sarcástica. Me
rebosaban los celos por cada poro de mi cuerpo. No era yo, era otra persona.
+Sí, perdona, es que estaba
hablando con… bueno os presento, Elena esta es Cris, Cris, esta es Elena.
La saludé y cuanto más la miraba a
ella, más fea me sentía yo, y aquello no era típico de mí. No es que fuera una
creída, sino que me daba igual que otras fueran más guapas que yo, y sobretodo
que mis novios tuvieran amigas, es más yo quería que las tuvieran. Pero en
aquel momento no sentía eso, la envidia me comía por dentro.
Cris…- medité de qué me sonaba a
mí aquel nombre…- claro… su exnovia.
Al recordarlo me cabreé muchísimo,
no entendía por qué me colgó el teléfono, ni por qué no me dijo nada… y encima
ella me miraba mal, con superioridad. Quería llorar.
Cogí las bolsas con los regalos de
Jeremy y se los solté en la mesa.
-Toma capullo, los había comprado
para ti antes de darme cuenta lo gilipollas que eres. No sé de qué me
sorprendo. Nada es perfecto y desde luego tú tampoco. Que te aproveche. Adiós
guapa, que lo disfrutes.
Cogí el resto de las bolsas y salí corriendo de allí. Seguía diluviando pero me daba igual.
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