Quiero que grites mi nombre hasta que te quedes afónica.
+ ¿Seguro?- dije.
Ella paró y cogió aire. Después me cogió de la cara y me
miró fijamente a los ojos.
-Jeremy, claro que estoy segura, no me preguntes más si
quiero que subas a mi casa. Si no quisiera, abría subido directamente sin
decirte nada. Quiero que subas, que no pares de besarme mientras estemos en el
ascensor, que me arranques la camiseta y me quites la ropa a bocados. Quiero
que me muerdas, me beses, me arañes y acaricies. Quiero sentir tu piel y que tú
sientas la mía. Quiero darte placer, hacerte sentir que rozas el cielo. Quiero
ver como tus ojos se ponen en blanco y cómo tienes escalofríos y se te eriza la
piel. Quiero respirar rápido contigo. Quiero suspiros, gemidos, gritar tu
nombre. Quiero despertar contigo por la mañana con calambres en las piernas.
¿Subes?
+Sal, ahora, mismo, del, coche.- le dije serio. No tenía ni
idea de lo que tenía en mente.
-¿Qué? – me dijo triste.
+Ya me has oído, sal.- le repetí.
Salió del coche y se fue hacia el portal.
Yo aparqué en el primer sitio que encontré y me fui
corriendo hacia ella. Me puse detrás suya pero no quería que se enterase.
No podía ni abrir la puerta de lo que le temblaban las manos.
La giré y la besé en el cuello. Pero ella me apartó.
+Sabes, esto es la guerra.-le dije acariciando su cara.
-¿Por qué?
+Pues por que yo quiero que me muerdas, me beses, me arañes
y me acaricies. Claro que te voy a arrancar la ropa, es más, no voy a dejar que
te la vuelvas a poner. Yo voy a hacer que sus ojos se queden en blanco, que
grites mi nombre hasta quedarte afónica. Quiero que tus uñas graben dibujos en
mi espalda. Quiero morderte, comerte, besarte. Quiero notar cómo te retuerces
de placer, cómo me dices que pare para seguir dándote más. Quiero oírte
suspirar, gemir. Quiero hacer que te quedes sin respiración por el placer. Y
adivina lo mejor. Yo consigo todo lo que quiero.
-Vete de mi portal, y entra en mi casa.
No sabía si iba a hacer lo mismo que había hecho yo, o si lo
decía de verdad. En ese momento se me encogió el corazón. Pero decidí
arriesgarme, así que le cogí las llaves de las manos y decidí abrir yo mismo la
puerta.
El camino al ascensor no duró ni unos segundos. Mientras lo
esperábamos empecé a besarle el cuello, a acariciarla por debajo de la ropa.
Las puertas se abrieron, nosotros caímos dentro, pulsando
todos los botones.
Los besos y caricias eran desenfrenados. La cogí en brazos,
y la empujé contra el espejo. Acariciaba con fuerza sus piernas. Aunque el tacto de su piel me hacía temblar. No
había tiempo para respirar entre besos y beso.
Las puertas del ascensor volvieron a abrirse. Salimos de allí.
Ella aun seguía en mis brazos.
Nos chocábamos con las paredes aunque nos servían de guía
para llegar a la puerta.
Cuando intentaba abrir la puerta de casa, fui por detrás de
ella y le quité la camiseta pasando por sus labios y su espalda. Y cuando la
puerta por fin se abrió, la volví a coger en brazos. Dirección: cualquier
sitio.
La tiré sobre el sofá y luego me tiré sobre ella. De su boca, al cuello. De su cuello, a su
obligo. De su ombligo a sus pantalones, a los que les di un pequeño mordisco y
fui deslizando poco a poco por sus piernas hasta deshacerme de ellos por
completo. La ropa interior siguió el mismo camino.
No aguantaba más. La deseaba, necesitaba sentir su piel,
besar su cuerpo, sus labios, mirarla fijamente a los ojos. Necesitaba sentir
sus uñas en mi espalda. Necesitaba hacerla gritar. Quería que me sintiera tanto
que su cuerpo se llenara de escalofríos. Notar con cada caricia como su piel se
erizaba, como sus piernas se estiraban y sus pies se movían mientras yo
recorría su cuerpo. Me encantaba sentir su calor. Aquella piel tan suave, su
cara perfecta, su pelo, su olor, su actitud. Me encantaba que aparentara ser
inocente y que cada día me sorprendiera con una cosa diferente.
La amaba.
Una parte de mi no quería que ella lo supiera. Él. Pero mi
cuerpo no podía evitar el demostrárselo.
Mi cuerpo tenía sed de ella, necesitaba su tacto, su sabor,
su olor, a ella.
Aquella noche volvió a ser mágica, como todas las que había
pasado a su lado.
Se quedó dormida en mis brazos. Yo acariciaba su pelo, suave
y brillante, y con ese olor a frutas.
A la mañana siguiente, ella volvió a despertarse antes que
yo.
Cuando dormíamos juntos, al despertar, lo primero que veía
era a ella. Mirándome. Y lo primero que hacía ella era sonreír. No creo que
existiese mejor despertar.
+Buenos días preciosa.- le dije. Realmente lo era.
-Buenos días. Hoy te has vuelto a levantar tan guapo como
siempre.
Su sonrisa podía conmigo, así que la besé y me puse encima de ella. La volví a besar. Me
encantaba hacerlo. Después ella me giró y se tumbó sobre mi espalda.
-Toma.- dijo dándome una cámara de fotos.
+ ¿Quieres una foto?
-En realidad, no. No quiero una foto. Quiero cientos de
ellas. Quiero cientos de fotos de momentos maravillosos contigo, que son todos.
Quiero una foto de cada día que me despierte contigo.
Hice la foto. No podía evitar tener cara de gilipollas, pero
es que… ella.
-¿Quieres desayunar?
+Claro que sí.
Se levantó de la cama y se puso mi camiseta. Le quedaba
grande, pero dejaba ver sus piernas, perfectas. Su pelo despeinado y su cara de
cansancio era la imagen más impresionante que había visto jamás.
-Huele a ti.- dijo oliendo mi camiseta.- por eso me gusta
ponérmela.
Yo aún seguía en la cama, mirándola.
Miré su mesita de noche. Tenía una foto con Mac enmarcada,
parecía que aquella foto sería especial por que su pared estaba repleta de
fotos con ella y con todos, pero esa, estaba enmarcada.
También tenía un viejo
cuaderno, un bolígrafo, una vela, y un viejo reloj de collar.
Me intrigaba tanto. Quería saberlo todo sobre ella.
Me levanté de la cama, y me puse a ver sus fotos de la
pared. Tenía cientos de fotos desordenadas. Sin orden. Unas encima de otras.
Pero creando un cuadro perfecto, con sentido. Había fotos de ella con Mac, con
los chicos, en París, con un chico que supuse que sería el del regalo. Fotos de
paisajes, de comida. Fotos movidas, borrosas, sin ningún sentido. Fotos de su
boca, de su pelo. Fotos mías, conmigo. Fotos suyas, con él. Momentos
importantes de su vida en los que yo aparecía en una pequeña parte de ella.
Pero estaba dispuesto a volverla grande. Estaba dispuesto a ser tan importante
para ella como ella lo era para mí. Y no iba a parar hasta conseguirlo.
-¡Jeremy!- me gritó desde el salón.- ¿No vas a desayunar?
+ ¡Voy!
Estaba sentada en uno de esos altos taburetes que tenía en
la isla de la cocina, tomándose su chocolate caliente, aunque esta vez le había
echado un poco de nata por encima.
Le di un beso en la mejilla y me senté junto a ella.
-Te he preparado tostadas.
+Gracias preciosa.
-Creo que voy a llamar a Nathan para ver como está y después
iré otra vez a su casa. Aunque el otro día vi una pequeña tienda de té cerca de
Covent Garden y creo que le voy a
llevar una sorpresa. Me da pena de lo que le pasó, no se lo merece. Aunque al
parecer ya está todo solucionado.
Me quedaba embobado observándola.
-¿Me quieres acompañar?
Mierda. Tenía clase y había quedado con mi hermana pequeña
para ir a verla.
+Quiero. Pero tengo cosas que hacer. Si quieres puedo
pasarme por casa de Nathan cuando acabe.
-Jo.
+Podemos hacer una cosa. Te acompaño a la tienda de té, te
dejo en casa de los chicos y cuando vuelva de casa de mis padres, voy a veros.
¿Qué te parece?
Sonrió antes de darle otro sorbo a su chocolate.
+ ¿Mejor así entonces?
-Si…- dijo acariciándome la cara- no deberías de ser tan
bueno conmigo.
+ ¿Por qué?
-Por que no tienes por qué. Ni yo me lo merezco.
+A mi eso no me importa.
Miré el reloj. Ya no me daba tiempo a ir a clase. Me daba
completamente igual.
+ ¿Nos vamos?
-Voy a vestirme.- me dijo dándome un beso en la mejilla.-
Por cierto, está prohibido ir así de sexy por mi casa.
+Mira quién fue a hablar.
Se quitó la camiseta y me la dio. Ahora solo llevaba las
braguitas.
Me volvía loco.
La esperé en el salón, mientras se vestía. No tardó mucho,
pero estaba guapísima.
Fuimos a aquella tienda de té. Le hacía tanta ilusión
comprarle aquello a Nathan por que sabía que le gustaría… parecía una niña
pequeña.
Le ayudé a comprar algunas cajas de té por que era incapaz
de decidirse, las quería todas. Después la acerqué a casa de los chicos.
-Seguro que Nathan y Mac todavía siguen dormidos.0
+Pues… es casi la hora de comer.
-Ya. Pero son como dos marmotas…- dijo riendo.- Bueno me voy
ya que no quiero que llegues tarde. ¿Te veré después?
+ ¿Quién sabe?
Lo hizo otra vez. Volvió a sonreír de aquella forma…
La besé y se fue.
De camino a casa de mis padres solo pude pensar en ella. En
su inocencia, su belleza, en lo delicada que parecía, pero lo fuerte que era.
Cuando llegué, mi madre me pidió que me llevara a Gigi y a Jessica
a comer fuera por que estaban ocupados reformando la casa, así que las recogí y
fuimos a comernos una hamburguesa.
-¿Dónde está Elena?- me preguntó Gigi.
Yo le había hablado a Jessica sobre Elena, era mi hermana
gemela, pero solo la conocía Gigi.
+Está en casa de Nathan y los chicos.
-¿Cuándo me la vas a presentar?- dijo Jessica.- Quiero
conocerla. No es justo que Gigi la conozca y yo no.
+Es guapísima, y simpática. Además fue quién me invitó al
concierto.- dijo Gigi ilusionada.
-Bueno, primero tengo que comprobarlo yo misma…- dijo
Jessica no muy convencida.
+ ¿Por qué no le dices que venga a comer a casa algún día?-
dijo Gigi.
-Estás muy charlatana hoy, Gigi. Se lo diré, pero no quiero ir
muy rápido.
+Pues yo quiero que os caséis.- dijo la pequeña.
-Solo si tú te casas con Nathan.- bromeé.
Terminamos de comer y volvimos a casa. Mi madre tenía todo
el salón revuelto. Subí a mi habitación, puse música y me tiré en la cama. Me
puse a pensar en todo y en nada en particular. Mi cuarto estaba igual que
cuando me fui de casa. Tenía juguetes, posters y un montón de fotos. Me acordé
de Elena. En mi escritorio había un álbum que me regalaron unos amigos por mi
cumpleaños lleno de fotos y recuerdos.
Cogí una de las fotos que se había soltado del álbum.
No quería verla, pero no pude dejar de mirarla. Aquel día,
con aquella persona. Sabía que no me hacía bien verla, pero no se puede negar
el pasado. Y eso era ella, pasado.
El móvil sonó. Mensaje de Elena. Guardé la foto y cogí el
móvil.
Tú, chico sexy, se
solicita su presencia en casa de los chicos. Preguntan por ti, dicen que no
eres capaz de ganarles a los videojuegos y han hecho apuestas. No pierdas que
sino… E.
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Bueno queridos LIARS este capítulo es algo distinto pero a mi me encanta. ¿Qué os ha parecido ver la historia desde el punto de vista de Jeremy? ¿Quien crees que era la de la foto? ¿Te gustaría ver la historia desde el punto de vista de otro personaje?
Muchas gracias por leerme día a día.
Besitos xx.
Esta genial que la pongas desde otra perspectiva
ResponderEliminar@mayrajblove
muchas gracias por leerme! quieres que te mencione cuando suba cap?
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