PHOENIX

miércoles, 28 de noviembre de 2012

CAPITULO 56


Guerra sin perdedores.

Empezó a cantar I’ve should have kissed you, de Chris Brown.

Why am I mad, I don't get it, Por qué estoy loco, no lo entiendo,
It seems like every time you give me signs, parece como si cada vez que me mandas señales
And I miss it! yo las hecho a perder.
I did it again, Lo hice otra vez,
I admit it, Lo admito,
I left you standing there, te dejé allí de pie,
And now I regret it, y ahora me arrepiento,
Seems like every time, parece que cada vez,
I get the chance, que tengo la oportunidad,
I lose my cool, and I blow it, pierdo la calma y la vuelvo a perder,
And I get all tongue tied, y tengo la lengua completamente atada,
Lost in your eyes, perdido en tus ojos,
I'm a fool, and I know it! soy un tonto, lo sé.

I should've kissed you, debería de haberte besado,
I should've told you, debería de habértelo dicho,
Told you just how I feel, decirte como me siento,
And next time I won't stop, y la próxima vez no voy a parar,
I'll listen to my heart, escucharé a mi corazón,
Cause what I feel is real! por que lo que siento es real,
I should've kissed you, debería de haberte besado,
I should've told you how I feel, debería de haberte dicho cómo me siento,
I should've kissed you, debería de haberte besado, 
I should've showed you how I feel. debería de haberte dicho cómo me siento.

Se me encogió el corazón, no me llegaba bien el aire. Él estaba ahí cantando aquella canción. Entre miles de canciones había tenido que escoger aquella, con esa letra. Después de haberle dedicado mi canción a la otra.

Mi reacción inmediata fue abrazar automáticamente a Jeremy, aunque no paraba de mirarle a él.

Bailaba despacio con Jeremy mientras Jay me cantaba aquella canción como regalo de cumpleaños. 
Kelsey y Tom también bailaban, y Siva y Nareesha, incluso Phill bailaba con Sophie mas agarraditos de lo normal. Pero Kelsey Ann estaba sola. Sentada en una silla. Sin moverse. Y Nathan y Mac tampoco bailaron. Es más, estaban muy serios.

+Mi regalo te lo daré ahora.- me susurró Jeremy mientras bailábamos.

-Tú eres el regalo.- le contesté.

+Bueno, ya lo verás. Solo quiero que esta noche sea especial.

-Ya lo es.

 Nos besamos delicadamente. Un beso suave pero con mucho sentimiento. Como los que él solía darme.

La canción terminó. Pero después de un momento de silencio todos volvieron más o menos a la normalidad de la fiesta.

Cuando Jay se estaba acercando a donde yo estaba Nathan le interrumpió.

+Te has lucido amigo.- le dijo serio.

-¿Qué dices Nathan?

+Sabes perfectamente a lo que me refiero.- parecía muy enfadado.

-No, no lo sé.

+Pero sí sabes que eso no se hace. Tío que es su cumpleaños, y está con Jeremy, y lo más importante, por si no te acuerdas, tú estás con Kelsey Ann.

-Nathan creo que deberías de preocuparte por Mac y no meterte tanto en mis asuntos.- Jay también se estaba enfadando.

+No tío, claro que me meto, tú eres mi amigo, miento, eres mi hermano, pero ella también es mi familia y no voy a dejar que le amargues su cumpleaños. Y no te preocupes que de Mac ya me preocupo. Ahora, hazme el puto favor de volver con tu novia y sacarle una maldita sonrisa, que mírala. Y deja a Elena en paz.

Jay aceptó resignado.

+Ya hablaremos.- le dijo Nathan.- venga vamos a pasárnoslo bien tío.

Jay se sentó junto a Kelsey Ann e intentó sacarle una sonrisa, aunque no le costó mucho.
La fiesta siguió, la música sonaba y la cerveza se acababa.

Siva y Nareesha, Tom y Kelsey, Jay y la otra Kelsey, Nathan y Mac, Laura y Tony y sorprendentemente, Sophie y Phill, por fin.

-¿Quieres que te de ya mi regalo?

+Sí claro, ¿Cuál es?

-Vámonos.

No sabía a dónde me llevaba, pero confiaba plenamente en él. Aunque salimos de allí a escondidas Jay me había visto perfectamente, por que no me quitó la mirada de encima en toda la noche.
Me montó en el coche, pero de nuevo me volvió a vendar los ojos, así que no sabía a donde íbamos.

-¿No puedes darme al menos una pista de a dónde vamos?

+ ¿Recuerdas lo que me dijiste cuando te pregunté que a qué sitio te gustaría viajar?

-Sí, a Nunca Jamás.

El coche paró, salí de allí con cuidado y me quitó la venda.

- ¿Dónde estamos?

+En la segunda estrella a la derecha y todo recto…

-… Hasta el amanecer.

Jeremy me había preparado un Nunca Jamás solo para mí. Aquel lugar era extraordinariamente precioso. Era un jardín lleno de luces, flores, antorchas y cosas maravillosas.

En un lado había puesto una bandera pirata, imitando al barco del Capitán Garfio, en uno de los árboles enormes había cientos de luces pequeñas, donde vivían las hadas, y la guarida secreta de Peter Pan y los niños perdidos estaba formada por una especia de tienda de campaña hecha de sábanas, colchones, cojines y luces. Era realmente espectacular.

-Esto es… - no me salían las palabra solo podía besarle.

Puso algo de música y nos metimos en aquella guarida maravillosa.

+ ¿Te gusta?- me dijo tímido.

-Si pero… me gustas más tú.

Me besó, pero aquel beso no era como los otros que me había dado, este era apasionado y sexy. 

Pero paró.

-¿Por qué paras?

+Porque  no quiero que pienses nada que no es.

-Y ¿qué pasa si llevo mucho tiempo queriéndolo pensar?

+Yo no quiero hacer nada que tú no quieras hacer, o que el alcohol te diga que quieres hacer.

-Jeremy, cállate y relájate. Yo quiero, claro que quiero. Es más, te quiero.

Le di un besito en la mejilla, pero me iba acercando cada vez más a sus labios. Después bajé por el cuello. Y entonces, él me quitó el testigo. Me tumbó y empezó la guerra de besos, besos que no eran como los de siempre, tiernos y dulces, estos tenían fuerza, pasión, ganas… Lo tenía todo. Él era perfecto.

Besó todos los escondites de mi cuerpo. Me quitó la ropa sin cuidado, agarró mis piernas con fuerza pero sin hacerme daño alguno. No hay palabras para describir todo el placer que nos dimos. 

El tiempo se paró y solo existían nuestros cuerpos, y el placer. No le costó mucho hacer que mis ojos se pusieran en blanco, mi bello de punta y que mis manos buscaran cualquier cosa donde agarrarse para no salir volando.

No sé cuanto tiempo estuvimos, pero en Nunca Jamás no pasa el tiempo así que no importaba.
Lo deseaba, quería besarlo y morderlo todo el rato, quería probar su piel, sentir su calor y retorcerme de placer. Y él sabía dármelo. Sabía cómo hacer que sintiera su piel con una caricia, como sentir su calor cuando estaba encima de mí, como probarlo cuando me besaba. Me daba a probar un poco de todo. No siempre era todo romanticismo, sabía que a mi no me gustaba eso, por eso, cuando menos me lo esperaba, cambiaba completamente, y lo que hacíamos se volvía salvaje, fuerte, con fuego.

Pero aun así yo no podía de dejar de ver aquella belleza en sus ojos.
Sabía hacerme el amor como si del sexo más desenfrenado y duro se tratara.

Mi piel se debilitaba cuando besaba mi cuerpo. Sus labios ardían pero yo no me quedaba atrás. Le demostré todo lo que era capaz de hacer.

Ahora era su cuerpo el que se estremecía, su piel la que ardía, eran mis labios los que rodeaban su cuerpo y marcaban el territorio con besos. Se aceleraba, yo lo notaba y me gustaba. Así que seguía. Su corazón latía rápido y cientos de suspiros salían de su boca.
Aquello era la guerra. Una guerra donde solo había ganadores.

Batalla tras batalla, lo que explotaba eran nuestros cuerpos. Las heridas eran las que mis uñas hacían en su espalda. Solo se ahogaban nuestros besos. Los gritos no eran de dolor, eran de placer. Y lo que quedaba solo podía ser mejor que la propia batalla, miradas, sonrisas y más besos.
No me cansaba de besarle, él tampoco, y no teníamos por qué parar, así que no lo hicimos. 

Seguimos y seguimos. Una y otra vez. Sin ningún tipo de remordimientos, sin echarnos para atrás, sin mirar a otro lado que no fuera su cuerpo, su boca, sus ojos.

Mis dedo seguían enredados en su pelo rizado y sus manos se hacían dueñas de mis piernas.
Respiraba su calor y aunque fuera hiciera frío, nosotros nos sentíamos como en pleno desierto. Le miraba los ojos, y entre suspiros y más gemidos, resbalaba en sudor.
Perdimos el control de nuestros actos.

Pero cuando pensé que nada podría salir mal en ese momento perfecto sonó mi móvil. Era Kelsey, y sonaba muy nerviosa.

-Elena ¿dónde estás?

+Estoy con Jeremy ¿por qué?

-Tienes que venir rápido, Nathan está en el hospital.

No contesté, me quedé sin poder hablar, ni siquiera respirar. No me latía el corazón.

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