PHOENIX

domingo, 30 de septiembre de 2012

CAPITULO 9

¿Te quiero? ¿Cómo que te quiero? ¿Qué coño significaba esto? Yo no sentía nada más que algo físico, al menos eso pensaba, o eso quería creer.

+ ¿Y esto?- le pregunté extrañada.

Alex agachó la mirada. Él y su costumbre de hacerme sentir mal cada vez que hacía eso y me miraba de aquella forma como si le hubiera destrozado. Puede que lo hubiera hecho. No creo que fuera exactamente la respuesta que él se esperaba después de darme aquella nota.

-Sólo quería que lo supieras.-seguía mirando al suelo, pero esta vez salió de la habitación.

Yo no sabía que hacer, en ese momento estaba llena de dudas. No sabía si lo quería o si no, ni siquiera estaba segura de lo que sentía él por mí. Sólo sabía que el sexo era estremecedor.

No quería dejarlo así, no quería que se fuera. Así que salí corriendo de la cama, estaba medio desnuda, pero no me importaba. Fui rápido hasta alcanzarlo por la espalda, le abracé y le dije:

+ A veces el amor no es suficiente.

Se giró, y me miró fijamente a los ojos. Lo miré. Nos miramos. Nos besamos.
Aquella situación no tenía sentido alguno. Acababa de decirle que su amor no era suficiente pero le estaba besando, y esta vez no era mera lujuria.

+ ¿Por qué?- le pregunté mientras jugaba con su pelo.

-Te has levantado muy preguntona esta mañana. Cállate.- me dijo mientras me mordisqueaba el cuello.

No sabía el motivo, pero me encantaba que se comportara como un verdadero capullo.

+ ¡Ah si! ¿Seguro que quieres que me calle?- Pues entonces no te digo lo que tenía pensado decirte. Mejor me lo callo. Y te quedas con las ganas. Aunque pensé que te iba a gustar.- le dije mientras estaba encima de él.

-¿Por qué eres tan mala conmigo?- vaciló- encima de que…

Le besé.

+Ahora el que habla demasiado eres tú.- le dije sin apenas separar mi boca de la suya.

Él se limitó a sonreír.

+No vuelvas a hacer eso.-le dije.

-¿El qué?- preguntó asustado.
+Sonreír. No vas a ganar la guerra. No me voy a enamorar de ti.- dije mientras me daba cuenta de que no me creía mis palabras.

 -No estés tan segura de eso.- me dijo mientras seguía sonriendo. Aquella sonrisa…

+Lo mismo digo señorito, y deja de hacer eso.-le contesté.

-No puedo evitarlo.-me dijo mientras me acariciaba.

Ya no tenía más que decir, me había dejado sin palabras. No sé si la guerra, pero esta batalla sí que la había ganado.

Nos besamos y acariciamos durante quién sabe cuanto tiempo. Eso era lo de menos. En aquel momento sólo me apetecía estar entre sus brazos. ¿Estaría empezando a sentir algo más por Alex? ¿Por qué no quería que aquello pasara? ¿De qué tenía tanto miedo? A decir verdad, él siempre me había tratado bien, y tan bien. Me había dado todo lo que quería, siempre estaba ahí cuando le necesitaba, incluso cuando no sabía que lo necesitaba, me hacía sentir bien, no tenía por qué cerrarme en banda. Le daría una oportunidad.

+Está bien.-le dije- haremos un trato, podrás decirme que me quieres cuando quieras, pero déjame que yo te lo diga en el momento justo. Ni más, ni menos. Te volveré los besos, las caricias y las llamadas. Pero todo tendrá su momento. Por cierto, follas de miedo.- ese último comentario no venía cuento pero si yo fuera él, me gustaría que alguna vez me reconocieran el esfuerzo.

-Trato hecho.-dijo, y después me besó la frente.

+ ¿Ya está? ¿Así de fácil era todo? ¿Ni siquiera una pega?-seguía con mis preguntas. Es verdad, aquella mañana me había levantado preguntona.

-¿Quieres algo de comer?- me preguntó mientras iba a la cocina.

+Sí, a ti.- le dije mientras lo cogía del cuello y lo acercaba a mi boca.

Me tenía completamente enganchada a sus labios. Mis manos solamente querían explorar cada punto de su cuerpo, y que las suyas hicieran lo mismo con el mío.

-Esto se va a poner muy feo.-me dijo con aquella sonrisa que no había quitado de sus cara desde hace rato, aunque esa vez era una sonrisa pícara, de esas de las que no te tienes que fiar por que no traen nada bueno con ella.

+Tampoco es que quiera un cuento de princesas. Soy de esas que se rescatan solas.-le dije devolviéndole la sonrisa.

Me cogió en volandas. Yo seguía medio desnuda, al igual que él. Me tiró sobre el sofá y empezó a hacerme cosquillas.

-¡Venga! A ver cómo te auto-rescatas ahora princesa.-decía mientras seguía haciéndome cosquillas.

+ ¡Para! ¡Para!- Decía entre carcajadas.- ¡Para si no quieres morir!

-¡Uy que miedo me da la dama en apuros!- decía mientras seguía con la batalla de cosquillas.

+ ¿Preparado?- paré de reír y me dispuse a contratacar.

-Eso siempre.-me contestó él muy valiente.

No sé exactamente cómo lo hice, pero me libré de él, ahora él estaba en mis manos. Estaba encima de él. Yo ganaba.

+Te dije que sabía defenderme solita. Sobretodo de malvados como tú.- dije muy cerca de su boca, y después me mordí el labio.

Cuando me iba a contestar lo besé. Me encantaba hacerle eso. Había momentos en los que era mejor no decir nada, y ese era uno de ellos. Estuvimos así durante un tiempo y volví a sentir lo que él siempre me hacía sentir, lujuria.

-Vamos a mi cuarto.-me dijo acariciándome.

+No, estoy bien aquí, me gusta este sitio, desde aquí se oye mejor la lluvia.- le devolví la caricia.

-Como quieras mi princesa.

Aquello me sentó mal. Y le di una bofetada. Él no entendió nada hasta salir del asombro.

-Vale ya te he cogido el truco. Ya sé lo que quieres. Y yo, estoy dispuesto a darte eso y más.

Cuando me dijo eso yo estaba sentada encima suya en el sofá, así que me cogió y me puso contra la pared.

-¿Te gustan las emociones fuertes?

+Compruébalo tú mismo- le contesté lujuriosa.

-No vale arrepentirse después.- me avisó.

+Sabré apañármelas.


Empezamos a hacerlo. Cada vez me sorprendía más. No era como la última vez que lo habíamos hecho, y mucho menos como la primera. Esta vez era más duro. Aquí no había reglas. Aquello fue fuerte, muy fuerte. Me encantaba. Me hizo sentir en lo más alto durante tantas veces que hasta perdí la cuenta aunque mis gemidos, arañazos, mordiscos y escalofríos daban cuenta de ello.

De repente me aparté de él. No quería que esto siguiera llevando aquel ritmo. Ahora me tocaba mandar a 
mí.

+ ¡Para!- grité para asustarlo.

-¿Qué te pasa? ¿Te he hecho daño? ¿Estás bien?- me dijo preocupado.

+Ahora el que no para de preguntar eres tú- le dije riendo- sígueme.

Lo llevé al baño. Necesitaba una ducha. Necesitaba notar el agua caliente corriendo por mi cuerpo. Afortunadamente su hidromasaje me fue muy útil para lo que tenía en mente.
Cuando Alex vio mis intenciones me sonrió. Aquella sonrisa…
Perdimos la noción del tiempo, bueno, ya la habíamos perdido hace rato. Cuando salimos del baño nos fuimos derrotados a la habitación y nos quedamos dormidos. Yo, esta vez, entre sus brazos.

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